Última actualización: 2024-07-02

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En compañía de las ballenas

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  • 02/07/2024 - 08:28
    En compañía de las ballenas.
    Foto: Sandra Bessudo y María Claudia Díazgranados.

    Ni los 0 grados Centígrados, ni la llovizna continua, ni los guantes húmedos y gélidos como bloques de hielo detienen a María Claudia Diazgranados, de Conservación Internacional y a Sandra Bessudo, de la Fundación Mapelo, esta tarde de embarcarse en un bote inflable Zodiac y salir a buscar ballenas. Vestidas con un grueso traje anti-exposición enterizo anaranjado, botas impermeables, morrales llenos de cámaras y un fusil especial para tomar muestras de piel de los cetáceos, bajan por la escalera de soga y peldaños de madera adosada al costado de estribor del ARC 20 de Julio, y se embarcan ágilmente en el bote de caucho.

    He acompañado un par de veces a estas dos amazonas antárticas de la ciencia, que con sus dos organizaciones han hecho alianzas para este proyecto de avistar y muestrear cetáceos con las fundaciones Yubarta y Omacha, y la Universidad de Los Andes. Yo todavía he de desarrollar su agilidad para subir y bajar por la escala de gato. Pero entre el traje, los gruesos guantes, la enormes botas y el sin fin de cuellos, gorros y gafas de esquiar, uno siente que arrodillarse sobre cubierta para dar con el primer escalón es como doblar una naranja. Lo magnífico es que siempre hay un montón de brazos fornidos dispuestos a ayudar en la maniobra.

    Profesionales, intensas y llenas de vigor, las dos biólogas marinas van a lo que van: tomar las muestras de piel y hacer registros fotográficos de las ballenas. Hasta hoy habían tomado 10 muestras de animales diferentes, hecho 73 avistamientos desde el buque en estaciones oceanográficas (cuando estaba estático) y 54 en transectos. Tienen retratos de colas de 26 ballenas diferentes, y han invertido 190 horas de esfuerzo.

    Las muestras de piel se le harán llegar a Susana Caballero, quien lidera el laboratorio de genética y biología molecular en la Universidad de Los Andes, y que trabaja entre otros temas de fauna marina. Uno de los estudios que hará Caballero es establecer posibles relaciones genéticas entre los animales muestreados en zonas de alimentación alrededor de la Antártida y en zonas de reproducción en el Pacífico Colombiano, es decir saber si los cetáceos muestreados son los mismos -o son parientes- de las ballenas que nacen y migran anualmente a la costa pacífica colombiana.

    El Teniente de Corbeta Camilo Ariza, y el Marinero Primero Vilmer Vera, los dos fieles tripulantes que acompañan siempre a las dos investigadoras ya saben bien cuál es la rutina: dirigirse hacia el área general donde se las avistó desde el barco, pelar los ojos hasta ver algún lomo o cola negra, o la columna de vapor de una jorobada, y acercárseles por el lado para no cerrarles el camino.

    Hoy se nos va más de una hora hilando nuestra ruta por entre exquisitos témpanos azul pastel. Aunque el mar está en calma, la lluvia no cesa y se nos han mojado los guantes y el interior de las mangas.  No sé por dónde se mete el agua al acorazado traje anti-exposición, pero en un momento dado me siento en la borda del Zodiac y un hilillo de agua me recorre la espalda. Afortunadamente no es muy fría. La media doble funciona perfectamente dentro de las botas, y agradezco mentalmente el consejo de Sandra. Es claro que los guantes de todo el mundo deberían ser impermeables porque la lluvia traspasa las capas de tela y fieltros y nos congela los dedos. Ariza y Vera tienen la cara totalmente tapada con cuellos y gafas de esquí, y no hay manera de saber cuál es cuál.

    Bessudo y Díazgranados van en la proa, una parada con las cámaras listas, la otra arrodillada portando un rifle dorado modificado que dispara dardos pequeños de cabeza metálica siguiendo el sistema de biopsias remotas PAXARMS y cada tanto se turnan: estas son salidas largas, de hasta cuatro horas. No puedo evitar una sonrisa. Las dos están a sus anchas en los trabajos de campo; después de todo llevan más de una década estudiando mamíferos marinos en su entorno.  

    Alianzas y amistad

    María Claudia Díazgranados es bióloga marina de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y tiene una maestría en acústica de mamíferos marinos de la Universidad de Aberdeen en Escocia, un mundialmente reconocido centro de estudios en bioacústica. Está avanzando además un doctorado en gestión marina en la Universidad de Giessen, Alemania. Durante 12 años fue parte de la Fundación Omacha, que se dedica a la conservación de mamíferos acuáticos, principalmente los delfines. Desde hace 9 años trabaja en la reconocida organización Conservación Internacional, involucrada en proyectos internacionales de conservación y uso sostenible de los océanos.

    También apoya desde el punto de vista técnico en Colombia una herramienta global de gestión política llamada Índice de Salud de los Océanos, desarrollada por 60 expertos internacionales en 2012. El índice recoge una compleja serie de datos no solo sobre biodiversidad, sino sobre cómo estamos usando los océanos en términos de pesca, transporte, playas, turismo, biodiversidad, metalurgia, etc., para que dé pie a una acción gubernamental que atienda el estado de los mares.  El trabajo de Colombia en este proyecto está sirviendo como modelo para otros países latinoamericanos.

    Por su parte, Sandra Bessudo tiene estudios de biología en la Universidad de Los Andes y un master en ciencias de la vida y de la tierra de la Universidad de Perpignan en Francia.  

    “Yo quería ser buzo profesional y estudiar el comportamiento de los animales debajo del agua”, me dice luego en la comodidad de nuestro camarote. Lo que hizo fue volcar esa vocación en la protección del medio ambiente, en particular de los mares. En 1999 creó la Fundación Malpelo para mostrarle a Colombia y al mundo el valor ambiental de esa isla extraordinaria en el Pacífico. A tal punto que su tesis de grado en Francia fue un completo estudio de la isla, que sirvió como documento base para que la Unesco declarara a Malpelo como Patrimonio Natural de la Humanidad.

    Más adelante entró en la política, fue Alta Consejera Presidencial para la Gestión Ambiental, Biodiversidad, Agua y Cambio Climático. También fue Presidente de la Comisión Colombiana del Océano. Fue delegada de Colombia en la Comisión Ballenera Internacional, haciendo parte del Grupo de Buenos Aires, es decir los países que apoyan uso no letal de los cetáceos.  Colombia hace fue parte de la Comisión Ballenera Internacional ballenera gracias al esfuerzo un trabajo conjunto de diferentes ONG s que conformaron de la Alianza por las Ballenas.

    No contenta con eso, estableció la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional (APC de Colombia), una institución del gobierno que maneja toda la cooperación internacional que recibe y otorga el país. Bajo su gestión se firmaron que hace alianzas con países como Chile y Argentina para cooperar en temas del Tratado Antártico. Hoy en día Bessudo es asesora del Vicepresidente en temas de océanos, en una relación directa con la Comisión Colombiana del Océano. Le pregunto cuál es su visión como ambientalista.

    “Estoy convencida que el ser humano y en especial el colombiano no se ha dado cuenta de la importancia de los océanos, y los beneficios que este le aporta a la humanidad: por ejemplo el recurso pesquero que es tal vez el recurso natural más ligado a la pobreza, es decir que a lo largo de nuestras costas, todos se alimentan de lo que da el mar. No nos damos cuenta de que al contaminar nuestros ríos y nuestros mares estamos atentando contra nuestra supervivencia. Además de poder descubrir un mundo aún desconocido por el hombre. Debemos ver más hacia el mar, el agua, ver más a los animales, ponerse en el lado de ellos. No ser egoístas como humanos. Poder compartir el mundo con ellos. Que la gente se enamore de este concepto”.

    No se sabe cuál de las dos es más apasionada por la conservación estar en contacto con la naturaleza. Así, Bessudo y Díazgranados han unido su amistad e intereses profesionales en varios proyectos. Uno de ellos es el Índice de Salud de los Océanos, que recibió el apoyo de Bessudo desde la CCO y la APC Colombia. Otro fue el que presentaron ante la Comisión Colombiana del Océano para esta expedición antártica.

    “Hicimos alianzas nuevas con varias organizaciones que tienen distintas fortalezas y que ya de por sí trabajaban juntas en otros proyectos”, dice Díazgranados. Por ejemplo la Fundación Omacha lidera en Colombia el programa de observadores de fauna marina que deben ir a bordo de los buques que hacen estudios de sísmica. Entonces nosotros usamos sus formatos de observación de campo para usar la misma metodología. Con Los Andes trabajamos la parte genética, pues Susana Caballero hizo su tesis en ballenas jorobadas”.

    Y con Lilian Flores, de la Fundación Yubarta, quién tiene más de veinte años de experiencia con foto identificación de ballenas jorobadas en nuestra costa Pacífica, van a comenzar un programa de marcaje y muestreo de ballenas jorobadas en Colombia, que complementará el trabajo de campo realizado aquí en la Antártida.

    “El biólogo marino Diego Mojica, que viene también en representación de la Comisión Colombiana del Océano, está ayudando en la observación de los cetáceos, ya que trabajó hace algunos años como observador de la Comisión Interamericana del Atún Tropical, CIAT, como observador de fauna. La idea es que todos están al tanto de lo que estamos haciendo. Hemos hecho una red de trabajo, y cuando regresemos es construir entre todos”.

    El aliento de una ballena

    Finalmente vemos la primera ballena. Un lomo oscuro que se arquea pronunciadamente para sumergirse, dejando al aire una primorosa cola de sirena; su parte inferior tiene un patrón blanco y negro que es único en cada ballena, y la mejor forma de identificarlas. Está tan cerca que puedo observar los balanos pegados en los extremos de la cola y de la aletita dorsal -algo así como el caracolejo que crece sobre el casco de los buques.

    Un par de minutos después la misma ballena emerge y exhala, y de pronto quedo envuelta en el fino rocío de su aliento. Huele a kril y pescado, y es ligeramente a rancio. Los marineros de antes solían pensar que las exhalaciones de las ballenas eran venenosas, una mezcla cáustica de  azufre y quien sabe qué más, que era capaz de despellejar la piel de cualquiera que se les acercase.

    Sandra Bessudo no pierde un segundo, posiciona el rifle, y dispara justo cuando el cetáceo expone su costado. El dardo de dos centímetros sale con una pequeña explosión de aire, colocado en la punta de una cabeza de plástico roja que queda flotando en el agua.  Díazgranados recoge el botín con una malla, y lo observa complacida: el dardo contiene una delgada serpentina de piel de cuatro centímetros con un poco de grasa. Tan pronto colectan la muestra regrese al buque lo pondrá en un recipiente con etanol al 906%, para preservarlo hasta el regreso a Colombia.

    Pronto aparecen dos jorobadas más. Una madre y su ballenato. Ella le está enseñando a hacer círculos de burbujas para agrupar y confundir bancos de crustáceos y pececillos, que luego traga abriendo la cavernosa boca para tomar grandes cantidades de agua. Los pliegues de su garganta profundamente acanalada se extienden como acordeones y fuerzan el agua contra el techo de la boca para filtrar el bocado de peces y kril. A veces una ballena llega a consumir hasta 350 kilos de alimento en una sentada.

    Madre e hijo tienen dos lados, como la Luna. Sus lomos son casi negros, y el vientre, crema opaco; tienen un camuflaje perfecto porque muestran sus colores oscuros hacia arriba y los colores claros hacia el océano. Sus cuerpos están cubiertos por una sustancia lubricante que hace que el agua resbale sobre la piel sin crear resistencia: un ejemplo de perfección hidrodinámica.

    Las acompañamos durante unos minutos, antes de verlas alejarse en la distancia. Su respiración deja escapar un wooosh que resuena en las tranquilas aguas polares. Finalmente se pierden de vista, y las imagino como dirigibles, flotando marcialmente sobre la compleja topografía del Estrecho de Gerlache, que la ecosonda de buque comienza a revelar. Su mundo tiene cadenas montañosas, grandes valles y cañones profundos, praderas amplias y hasta volcanes y fumarolas. Es un paisaje tan dramático como el que nos rodea. Quizás más, porque en lugar de nubes hay témpanos labrados por el agua como catedrales góticas.

    Quiero pensar que al menos alguna de ellas está preparándose para emprender el viaje de 8.000 kilómetros al norte desde aquí hasta el Pacífico colombiano, la segunda migración más larga del reino animal. Quizás el trabajo de las inquietas biólogas enfundadas en sus trajes naranja, y las muchas instituciones que las apoyan, nos dé la respuesta a su debido tiempo.

     

    https://www.dimar.mil.co/

    http://programaantarticocolombiano.wordpress.com/

    Autor del Blog
    Ángela Posada-Swafford* *Corresponsal de DIMAR y la Armada en la I Expedición Antártica ColoEn compañía de las ballenas.mbiana

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